lunes, abril 16, 2007

La luna.

Capitulo II


- ¿Estás seguro que si arrancábamos unos cuantos tallos de este árbol vas a lograr esa pócima tan milagrosa?-
- puedes correr y dejar de preguntar tanto por favor!- Respondió el famoso profesor de botánica, mientras tres lobos grandes les perseguían.
- solo tu te metes en estos problemas Orión!-
- calla, fuiste tu quien tropezó con uno de ellos no yo!-

Una luz estaba apuntándoles directo en el cuerpo, la luz de una nave Edeana – ya era hora Profesor! Hermanos! Suban-
Habían regresado a la nave en donde deberían volver hacia Edén, estaban exhaustos y con mucha sed, Orión llevaba en su maletín los tallos del árbol más viejo que conocía, debía crear una nueva poción para sus plantas, extrañamente las que tenía en su laboratorio estaban decayendo sin motivo aparente.
Su ayudante, era torpe y muy distraído, siempre le traía problemas, había pensado en pedirle que se uniera a la facultad de ciencia, le había recomendado hace unos días, necesitaba un gran aliento para utilizar esa gran cantidad de coeficiente intelectual y no desperdiciarlo derramando pócimas o tropezándose con lobos de mundos mas lejanos y salvajes.
Se sentó en el suave colchón de espuma y descansó largo rato mientras, su ayudante y el piloto bebían agua, reían y conversaban de aventuras.
Él un ser pensante, solía gruñir mucho, aunque su alma amaba a Dios por sobre todas las cosas, la ciencia no quedaba atrás, era aparentemente frió y calculador y no se relacionaba mucho con los Edeanos, no había nacido en Edén, por lo cual no se sentía muy familiarizado, su cuerpo estaba muy evolucionado como ellos, pero era sumamente distinto y aún no comprendía como le aceptaban sin expulsarle. Trabajaba para todos los mundos que le llamaran y restauraba la botánica que se le pidiera. No tenía muchos modales y no era muy cortés con las damas. Pasaba encerrado en su laboratorio día y noche, y cuando sentía la necesidad visitaba al Padre y le contaba sobre sus avances. El Padre le tenía muchísimo aprecio y estima, le sonreía y le recomendaba buscarse a una chica para olvidarse un poco de su laboratorio, Orión sonreía, tomaba sus apuntes lo anotaba como urgente, pero siempre un nuevo trabajo le impedía buscarse a alguna chica.
Solía visitar los bosques y echarse a mirar la luna largo rato. Rezaba y pedía a Dios por todos, y buscaba en su mente alguna solución para sus formulas conflictivas.
Había regresado a Edén, No conocía la ciudad, ni los pueblos cercanos, vivía dentro de un bosque en un pequeño laboratorio (que necesita un profundo aseo por cierto).
Pasaba por la ruta de siempre, un camino muy rural, junto a su ayudante, una carroza de la ciudad se detuvo y solicitó una audiencia con el joven profesor.
- Sir Orión, disculpad si resto a sus quehaceres el tiempo que debéis utilizar normalmente, pero habéis sido notificado por el gremio para asistir a la gran fiesta que se realizará en el gran palacio, será para la quinta luna rosada, cuando el sol descienda por los mares…comenzará nuestra gran muestra de amistad y amor por todos vosotros.-
- Decís que el gremio me ha invitado?-
- Así es hermano mío-
- muchas gracias por notificármelo, tened un buen día joven-
La carroza se alejó y Orión al ver la sonrisa de su ayudante retomó sus pasos y dijo fríamente: Hijo, te recomendé para que asistas a la facultad de ciencias, el día de la fiesta te comunicarán si estás dentro.
Su ayudante saltó de felicidad y caminó entonando alegres melodías.
Orión no dejaba de pensar como podría terminar aquella pócima para sanar a sus plantas, si las dejaba morir se sentiría muy triste y quería evitarlo a toda costa. Estaba intentándolo todo, para salvarles, pero no se daba cuenta, que la sola ciencia, no era quien perduraba la vida. Y su vida estaba repleta de ella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

coef intelectual.. palabra del mal x_X

heh, ke divertido como se entrelazan las historias.. muy bueno

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